“¿Miedo? Por supuesto. No tenemos ni mascarillas ni información real de lo que está pasando”

En Codogno, epicentro de la epidemia en Italia, pocos se atreven a romper la semicuarentena impuesta por las autoridades para evitar la expansión del virus


Italia descubrió el sábado por la mañana, agolpada en el mostrador de la farmacia para agotar las existencias de mascarillas y desinfectantes, que la idea de modernidad y seguridad puede ser tan relativa como los primeros síntomas de un resfriado. Lombardía, la región más próspera del país, una de las fortalezas económicas de Europa, fue la primera en sucumbir a la epidemia del coronavirus de Wuhan. Pronto el problema se extendió a la vecina Véneto, donde murió una segunda persona y los 11 positivos detectados elevaron el cómputo global a 59 (a última hora de la tarde se confirmó el primer caso en Piamonte, la tercera región, y en la ciudad de Milán). Italia es ya el país donde más se ha extendido el coronavirus, que causa la enfermedad Covid-19, en Europa. También el que más medidas de seguridad se ha visto obligado a tomar. Una situación que ha empujado al país a un estado de alerta máxima y a convocar un consejo de ministros extraordinario para diseñar el guion de las próximas semanas. El Gobierno asegura que tiene un plan y que hará todo lo que sea necesario, pero la zona cero de la epidemia y el análisis del foco del contagio plantean todavía algunas dudas.
Codogno, un pequeño pueblo de 15.900 habitantes es el epicentro del proceso de contagio que ha obligado a aislar 10 municipios de la provincia de Lodi que suman un total de 50.000 habitantes. El sábado por la mañana sus calles estaban desiertas, los comercios cerrados y muchas de las casas, con las persianas echadas. Todos los encuentros deportivos regionales fueron anulados, incluidos los de la segunda división italiana disputados en la zona, y no hay un horizonte claro para volver a la normalidad. El lunes nadie acudirá a sus puestos de trabajo y ningún alumno se sentará en un pupitre de las escuelas, cerradas a cal y canto. La subsistencia hasta nuevo aviso, en teoría, será un asunto doméstico. Giovanni, vecino de la localidad de 52 años, mascarilla y cuello del anorak levantado, aprieta el paso para llegar a casa de su madre. “¿Miedo? Por supuesto. No tenemos ni mascarillas y no nos han dado información real de lo que está pasando. Yo me he enterado de gran parte de lo que sucedía por los medios”, protesta señalando hacia el hospital, donde está ingresado el primer paciente contagiado en Italia.

No hay comentarios