En la piel de la UDEV | El brazo ejecutor de la Justicia

acompañados al Grupo de Patrimonio de la Unidad de Delitos Económicos y Violentos del Cuerpo Nacional de Policía de Ceuta. Solo en el mes de enero completó con éxito seis líneas de investigación. Así es un día en la vida de sus componentes.


En la parte de arriba del corcho hay una matrícula de un vehículo en la que se puede leer ‘DI4MND’. La grapadora tiene escrito con típex ‘UDEV’. A pesar del espacio reducido que tienen los componentes del Grupo de Patrimonio de la Unidad de Delitos Económicos y Violentos (UDEV) del Cuerpo Nacional de Policía de Ceuta, el aspecto es el de un sitio ordenado en el que conviven diez policías (un oficial, un inspector y ocho agentes) que dan vida a esta Unidad centrada en los crímenes contra el patrimonio.
“Engloba actualmente delitos de daños, hurtos, robos con fuerza, interiores de vehículos, incendios, daños al patrimonio artístico y cultural. También hacemos falsedades documentales, el cual se hace en colaboración con otras comisarías, incendios de vehículos o de contenedores, además del tráfico ilícito de automóviles”, explica Alberto, inspector de la Policía y actualmente jefe de este Grupo.
Una “familia”, como la considera el inspector, que en la jornada que ha podido vivir FaroTV se prepara para llevar a cabo una detención: el noveno sospechoso de la Operación Fire por las quemas de vehículos de comienzos de año. El día comienza pronto. La barriada del Príncipe es el lugar en el que tienen ubicado a este último investigado en el marco de la operación. Como parte de la Policía Judicial, se ponen sus chalecos reflectantes solo en las salidas.
Dos coches se ponen en marcha hacia una barriada “complicada”, señala Alberto mientras conduce. El objetivo, una vez allí, es identificar la vivienda en la que, según las informaciones que manejan, se encuentra otro de los supuestos autores de las quemas indiscriminadas a coches en distintos puntos de nuestra ciudad.



Otra de las claves, cuenta el inspector, es la discreción. “Tenemos que ir por la puerta de atrás, no por las calles principales, para que la gente no nos vea”.
A esta hora de la mañana, el Príncipe aún no ha despertado. Se escucha, entre sus estrechas e inesperadas callejuelas, el sonido de las vajillas siendo colocadas; huele en algunas casas a especias. Alberto habla con sus agentes: los que mejor conocen el lugar, al frente; en la retaguardia, dando seguridad y a cierta distancia, él. “Aquí no hay helicóptero, no hay un zeta, no hay UPR. Tenemos que ir protegiéndonos unos a otros”.

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